Siempre he admirado la obra de Auguste Rodin, he incluso he tenido muchas veces presente unas palabras suyas que una vez leí:
Al modelar, jamás piensen en superficie, sino en relieve. Que su espíritu conciba toda superficie como la extremidad de un volumen que lo empuja por detrás. Imaginen las formas como levantándose hacia ustedes. Toda vida surge de un centro, luego germina y se expande de adentro hacia afuera. De la misma manera, en la escultura bella se adivina siempre un poderoso impulso interior.
Pues bien, el pasado mes de julio tuve la suerte de poder visitar su museo en París. Conocía muchas de sus obras de verlas en libros e internet como el pensador, el beso, las puertas del infierno etc. y “cuál fue mi sorpresa” que al postrarme delante de ellas me dí cuenta de que realmente no conocía su obra.
Allí pude ver y sentir la dulzura con la que modelaba, y la fuerza con la que esculpía sus esculturas. Cada una de ellas se compone de cientos de pequeñas obras de arte, porque no solo te trasmite la escultura en sí, sino que cada palmo que la compone bien observado, ya es como una pequeña escultura y el mejor libro de arte que se pueda ver.
He añadido unas cuantas fotos de las que tomé, que aunque dicen mucho de su obra, aconsejo a todo el que pueda que visite su museo pues realmente merece la pena.
Texto y fotos de Miguel Ángel Palomares.
Publicado por Cristina Román.
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